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domingo, 15 de julio de 2012

Doblevidas y divorcios

No hay edad para divorciarte. Sigo impactado por la noticia de que alguien a quien quiero mucho decidió anoche abandonar su hogar. No es ningún recién casado, es hasta abuelo. Decidió formar otra familia y no empieza de cero, ya lleva adelantados dos hijos “garabatos”, como creo que dicen en Vallegrande a los que nacen fuera del matrimonio y que, justamente por esa razón, se parecen más al progenitor.

La idea no es juzgarlo ni a él ni a otros que pasan por esas aventuras (por eso de que “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Juan 8,7”), en realidad quisiera explorar las penurias de estos doblevidas.

Casualmente la anterior semana me encontré con uno de ellos, quien me dio una visión cruda de su vida. Hace muchos años, cuando lo conocí, nos confió que tuvo un hijo de “contrabando”. Cuando le pregunté si tuvo más hijos, me contestó que dos más. Cuando abrí tamañazos ojos comprendió que era un guardián de sus secretos y rectificó su respuesta. “Dos más en mi matrimonio. Ni uno más al otro lado”.

No puedo decir admiración pero diré que siempre valoré su capacidad de plasmar en su vida la canción Dos mujeres, un camino. Es un ejemplo de discreción. En contrapartida, están los otros, los que no tienen mérito pues no esconden nada y más bien se vanaglorian de sus conquistas.

Estilo James Bond

Pero volvamos a los verdaderos James Bond 007. Mi amigo me contó que en caso de emergencias, para salir de forma imprevista de su casa, solía llamarse de un celular al otro y hacer la tramoya de que lo necesitaban con urgencia en el trabajo.

En una ocasión, cuando velaba en el hospital a su “garabato”, camufló el ambiente de una fiesta de amigos con una radio que transmitía una pachanga. Al día siguiente tuvo que tomarse un par de cervezas Bock. No necesitó más, estaba realmente trasnochado tras velar el sueño de su wawita. Y lo hizo todo solo, sin esos cómplices que cualquier momento se vuelven delatores. No deja huellas.

Pero, me confiesa, no lleva una vida feliz. Asegura que es agotadora, emocional y físicamente, esa doble vida. El tener dinero para dos familias ayuda, indudablemente, pero no puede contar con ningún otro apoyo de familiares y amigos. Se la tiene que cargar solo con la culpa y la responsabilidad.

No hay divorcio fácil

Yo fui testigo de muchas separaciones (incluyo en esta categoría a los caros divorcios). Ninguno fue fácil, pero hubo otros realmente duros.

En mi mente aún queda la actitud de un amigo que estaba separándose de su esposa, a quien invitamos a un festejo del Día de la Madre. Con argucias, este mi amigo logró enterarse del lugar del festejo y se apareció en busca de su pareja. ¡Su intención era quemarle la cara! Estaba armado de una lata de gas para cargar los encendedores y me hizo una demostración, quemando la pintura de la pared, de sus ardientes intenciones. Esa vez no sucedió nada, pero sé que en otras ocasiones llegó a golpearla duramente y en plena vía pública. Ese matrimonio terminó muy mal.

También fui testigo de separaciones más civilizadas, con finales casi de películas norteamericanas; aquellas en las que el nuevo marido de tu ex esposa te invita a vos y a tu nueva esposa a pasar la Pascua con la familia de su ex esposa. Por ahí leí que los norteamericanos se casan sólo para tener de quien divorciarse.

Una pareja de grandes amigos logró rehacer completamente su vida tras su divorcio. Cada cual consiguió una nueva pareja e inmediatamente empezaron a procrear. Del recuerdo quedan dos hijos comunes, divididos equitativamente en las nuevas familias. Son los más perdedores.

Siete de 10 se divorcian

Cumpliendo ciertos requisitos (no tener hijos, divorciarte de mutuo acuerdo, no tener bienes compartidos) en internet encuentras bufetes especializados que te ofrecen divorciarte por 2.500 bolivianos. Casi una ganga en estos tiempos de inflación.

Diría que divorciarse está de moda. Recurriendo a la simplificadora estadística, se calcula que en Bolivia cada día obtienen sus divorcios 33 parejas; o visto de forma más alarmante: de cada diez casados, siete terminan separados.

Pese a todo lo escrito, no se me quita la pena de saber que desde ayer hay un nuevo hogar destruido.

Mi amigo me contó que en caso de emergencias, para salir de forma imprevista de su casa, solía llamarse de un celular al otro y hacer la tramoya de que lo necesitaban en su trabajo.

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