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lunes, 17 de agosto de 2015

El divorcio, un trabajo de construcción, no agresión

PROCESOS FAMILIARES

Peleas judiciales, una madre/padre que controla la vida del padre/madre, miedo a la soledad y el cambio que supone asumir que la unión no fue "para toda la vida".

Hombres y mujeres que se separan, pero siguen relacionados a través del odio. Así son muchos divorcios, pero también están las personas que aceptan que esa relación llegó a su tope

y deciden, de la forma más saludable posible, vivir de otra manera.

De todo esto (de los unos, los otros,

y de cómo encontrar un buen equilibrio) hablamos con Sonia Kleiman.

Ella dirige la carrera de especialización en psicología vincular de familias con niños y adolescentes del Instituto Universitario del Hospital Italiano y es presidenta de la Asociación Internacional de Psicoanálisis de Pareja y Familia (AIPPF).

¿Existe la posibilidad de divorciarse "en buenos términos"?

Las personas pueden llegar a pensar, a sentir, que es posible no elegirse para siempre. Comprenden que tratar de mantener la unión a toda costa les produce mucho malestar.

Entonces es posible que, dolorosamente, lleguen a la idea de la separación no como pelea, sino como un posible camino que cierra un capítulo y simultáneamente abre otro.

Esta decisión no es sin sufrimiento, pero es factible que si se registran de esa manera, el conflicto no devenga una guerra infernal para todos los que participan y puedan arribar a otro modo de vincularse.

¿Cuál es la mejor manera de explicarle a un niño que mamá y papá se van a separar?

Los padres se sienten exigidos a tener que explicar aquello que seguramente para ellos también es dificultoso.

Creo que no hay una sola explicación válida. Tampoco considero óptimas las explicaciones clichés, como que los padres se separan pero que van a querer a los hijos para toda la vida, entre otras.

Los chicos no se plantean eso en primera instancia. A mi entender, la mejor manera es que los padres relaten que han pensado que vivir juntos en ese momento no es la mejor opción para ellos y que decidieron vivir separados. A su vez, que esto va a generar varias transformaciones, que van a ir haciendo junto a los niños. También es importante brindarles la posibilidad de que pueden plantear todas las inquietudes que tengan.

Una vez concretada la separación, ¿cuál es el régimen ideal para que ambos padres vean a sus hijos?

En los últimos años se superponen términos jurídicos y las situaciones de la vida de las familias.

De hecho, "régimen" es una palabra que se usa en lo judicial y no en la cotidianeidad.

Es muy importante que el cambio que implica la separación de los padres no quede asociado exclusivamente con régimen de visitas, repartición de bienes y alimentos. Esos son procedimientos judiciales y la regulación de los modos de vincularse requiere de otras maneras de pensar.

La desvinculación de la pareja y el nuevo modo de vivir entre padres e hijos implica un trabajo de construcción y no necesariamente de destrucción.

El trabajo de desvincularse, tal como implicó en otro momento construir

la familia y la pareja, no termina en el hecho de que alguno de los padres

va a vivir en otro domicilio.

Los padres y los hijos pueden combinar y compaginar sus nuevos modos de estar juntos.

Muchas mujeres divorciadas se quejan de que el padre no está interesado en ver a sus hijos. En estos casos, ¿hay que convencerlo, obligarlo, o dejarlo que actúe según sus ganas y necesidades?

Hay muchas mujeres que se quejan de esto y muchos hombres que se quejan del impedimento de contacto. Creo que no habría que plantearlo en términos de género.

Lo que estamos observando es que las separaciones atravesadas por la agresión, las acusaciones, los reproches y los despojos mutuos dan cuenta de la intensa dificultad para tramitar la desvinculación como una posibilidad en la vida de esas parejas y familias.

A su vez, estas separaciones tan desmantelantes, arrasadoras, que no cesan de causar efectos, se dirimen a través de los hijos como testigos cautivos de la pelea entre los padres, que se separan pero siguen relacionados a través del odio.

Ellos pasan a ser parte de un proceso de judicialización en el que la vida de las familias ya no es regulada por ellas, sino por los representantes legales y por los juzgados. Pienso que si los padres cesan la lucha podrían encarar algún diálogo, y pensar la mejor manera de encarar la nueva vida parento-filial.


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